sábado, 9 de junio de 2012

Norma Jean

¿De dónde sale la belleza mágica de Marilyn? Una belleza, que, tantos años despúes, sigue hechizando. Yo creo que es porque le sale de dentro. Hubo muchas chicas guapas, rubias y curvilíneas en el Hollywood que coronó a Marilyn. Pero fue ella, Norma, la que consiguió, sin quererlo, llegar a ser de oro. Y fue porque su cara no es sólo bonita. No es sólo su lunar. No son sólo los labios rojos. Es ese miedo, esa inseguridad, ese dolor que asoma a sus ojos. Ese sentimiento de sentirse incomprendida en un mundo de apariencias y vestidos de seda. Esa insatisfacción por no poder dar más que sonrisas encantadoras frente a las cámaras. Porque aunque diera algo más, nadie la entendería. Ese ser una niña solitaria y melancólica, escondida detrás del glamour y el polvo dorado. Y también esa inocencia infantil, esa risa sincera, a veces irónica, a veces resignada, a veces realmente risa feliz. Esa bipolaridad de mujer suicida y niña con vestido de lunares. Y la presión de ser diva fue lo que la llevó al final. La fama, la persecución, el convertirse en ideal, en diosa. Porque ella era todo menos diosa. Era humana. Muy humana. Lloraba entre bambalinas y reía en el camerino. Todas las emociones se podían ver en su cara tan imperfectamente perfecta.
Este es un poema que escribió Norma Jean (no Marilyn), lleno de faltas de puntuación y que nadie supo entender:

Ay maldita sea me gustaría estar
muerta-absolutamente no existente-
ausente de aquí-de
todas partes pero cómo lo haría
Siempre hay puentes- el puente de Brooklyn
Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura
y el aire es tan limpio) al caminar parece tranquilo a pesar de tantísimos
coches que van como locos por la parte de abajo. Así que
tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin vistas- salvo que
me gustan en especial todos los puentes- tienen
algo y además
nunca he visto un puente feo.



























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